Los bailarines de colores se han apagado. Me siento algo solo en este gran salón pero el deber tira de mí. Avanzo por los cuartos, con mi chapeu y ropas rojas, envuelto en mi máscara nassone.
Tip tap.
Paso a paso. Los colores bermellón se pegan a mi, dejando el resto en oscuridad.
La gran sala donde me espera mi principe.
El último beso.
Cae en mis brazos.
Buenas noches, Prospero.
domingo, 25 de octubre de 2009
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